Perdido en el desierto, un árabe infeliz,
ya medio muerto de sed, hambre y fatiga,
se encontró un envoltorio de vejiga,
la levantó, le sorprendió el sonido,
y dijo, de placer estremecido:
"Ostras deben ser, más al verterlas:
¡Ay!, exclamó, ¡Son perlas!"
En ciertas ocasiones, no le valen al rico sus millones...
Juan Hartzebusch